Se podría decir que tuve una vida mortal
bastante común. Todo cambió después del abrazo, cuando tu mundo se torna del
revés, hasta el punto en el que la persona que más amas acaba aclamando tu
muerte.
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Nací en la bulliciosa ciudad de Roma, allá
por el 1877. Mi familia, de clase media, poseía un pequeño piso en el barrio de
la Plaza Navona. Recuerdo con añoranza aquel minúsculo piso, lleno de trastos,
cacharros, pero sobre todo libros, libros por todos sitios.
Mi padre era profesor en la Universidad de
Roma en matemáticas e idiomas. Su familia había sido una de las más influyentes
de Roma en el siglo XIX, y aún lo era, pero no por parte de mi padre, sino de mi
tío: ambicioso político barrigudo, que poseía todo lo que ambicionaba, y
conseguía todo lo que se proponía. Mi
madre, mucho más humilde, era pintora de
la calle. Todos los días bajaba a la plaza, al panteón, incluso hasta el
coliseo, con intención de pintar a ricas familias que quería un recuerdo de la
ciudad, o a personas menos pudientes que sólo buscaban una vista de los
monumentos más famosos de la ciudad. El negocio cada vez iba a menos, ya que la
cámara fotográfica estaba empezando a aparecer y a ganar importancia, por lo que los ingresos disminuían cada dia.
Valeria, que era como se llamaba mi madre
(al igual que yo), no podía compararse a los pintores más importantes de la ciudad, y hasta pasados los 25 no
comprendí por qué. Su firma no valía lo mismo que los de otros pintores más influyentes. Sus
cuadros podían ser mejores, más bonitos o de más calidad, pero su nombre no era
conocido. Por eso nunca llegó a ser la pintora que ella deseaba.
Aunque mi padre, Lucio, siempre ganó
bastante dinero, los impuestos de la época, y tener que mantener a mis abuelos
maternos (muy jóvenes para morir, pero bastante machacados como para seguir
trabajando), hacía que llegáramos bastante justitos a final de mes. Es por eso
por lo que jamás llegué a asistir a una escuela como tal. Pero ¿quién
necesitaba ir a la escuela teniendo unos padres como los míos?
Aprendí a escribir y leer con mi padre.
Geometría, trigonometría, y cuentas básicas también llegó de la mano de mi
padre, y el lado artístico, estéticos, e incluso doméstico, lo saqué de mi
madre.
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