miércoles, 8 de enero de 2014

Verso 8º - ¿Segunda prueba?

El viaje hasta la casa que usaba la manada como refugio fue algo tenso. En el mismo coche viajábamos Irina y yo, además de Rodrick que conducía. Por detrás, Paul nos seguía en su coche, y Jazmin en una moto de cross que le iba que ni pintada. 

Irina no me tragaba. Yo a ella, tampoco, aunque eso no podía demostrarlo. Y las pullitas durante el trayecto fueron como balas perdidas en un campo de tiro estadounidense: muchas e innecesarias. Entrar al trapo era demasiado fácil, además de que corría peligro de descubrirme sola; así que en lugar de ese, simplemente la ignoré. Creo que aquello la cabreó todavía más. 

Al cabo de un rato, sin darnos ni cuenta, Rodrick conducía por el arcén contrario, y poco faltó para comernos a un camión que venía en dirección contraria a la nuestra. Ambos vehículos acabaron en la cuneta, volcados y bastante siniestros. Como era de esperar, todos nosotros estábamos bien, aunque jamás sabré qué fue del conductor del camión. Más tarde todos nos enteraríamos de que en realidad Rodrick no sabía manejar bien el coche, y por eso acabamos así. 

Aquello fue la gota que calmó para Irina. Su paciencia se resquebrajó, bastante ajada desde que entrara yo en el grupo, y sin decir palabra, se abalanzó por mi espalda como un león hambriento se lanza a su joven presa. Sin darme ni cuenta, la tenía agarrada a la espalda, intentado derribarme, para hacer Caín sabe qué. Pero ambas sabíamos que nuestro duelo no iba a ser físico, no era nuestro fuerte. Magia Koldúnica contra Magia Taumatúrgica. Rodrick andaba intentado saber qué había sido del cuerpo del camionero. Jasmin y Paul no había llegado todavía al lugar del desastre. Teníamos tiempo. Sabía que no debía mostrar mis armas tan rápido. Pero en esos momentos sólo pensaba que acabar con esa tía. Además, no estaría de más hacer un aviso de lo que era capaz de hacer, por muy asustadiza e ingenua fuera como pobre vampirita mimada de la camarilla. 

Con un simple hechizo de inmovilización, conseguí dejar a Irina clavada al suelo, para evitar que usara cualquier tipo de ataque físico. No sabía qué haría ella, así que en vez de ponerme a esperar su ataque, me posicioné tras ella, con la intención de evitar el contacto visual, y comencé a preparar el próximo ataque con el que intentaría corroerle la piel.

Pero de repente empecé a notar un dolor terrible en el pecho. Algo se estaba rasgando en mi interior, y yo era incapaz de detenerlo. Era como si alguien se hubiera ubicado entre mis pulmones y quisiera salir de allí dentro rajando con un cuchillo oxidado mi pecho de arriba abajo. 

Como bien pude, terminé mi hechizo, y eso me dio una pequeña tregua: mientras Irina se debatía por evitar mi doloroso contacto corrosivo, yo hacía lo posible por despejar mi mente del dolor. Tenía que volver a desestabilizarla mentalmente. Me posicioné ante ella, y usando una disciplina aprendida en durante mis años en Londres, hice que mi lengua se multiplicara y cortara su cara como cuchillas afiladas (estos setitas, no saben qué inventar...). La tenía casi derrotada, cuando de repente sacó un sable de algún sitio, para sin esperar un segundo, hundirlo en mi vientre sin pensar. Físicamente estábamos casi acabadas, sólo podíamos usar la poca lucidez mental que nos quedaba. Y aquí anduve yo más rápida: se me ocurrió usar nuestra senda básica, y hacer que la sangre de su cuerpo empezara a emerger de su cuerpo, como si se tratara de mi amada Fontana di Trevi, aunque algo más tétrica. Aquello la dejó completamente desarmada... El combate estaba ganado, quería desecarla, dejarla como una hojarasca vana y sin vida. Pero algo interrumpió mi concentración mental: Paul. 

Había llegado con Jazmin y Rodrick, que parecía haber dado por imposible rescatar al caminero. No recuerdo qué se dijo entonces, quién habló, qué decisiones se tomaron. Sólo recuerdo a Jazmin soltando improperios a diestro y siniestro, a Rodrick intentando alzar lo poco que quedaba del cuerpo medio muerto de Irina, y a Paul cerca de mí. Mientras me debatía entre la idea de dejarme ir completamente, el contacto con el cuerpo de aquel frío vampiro al alzarme en brazos del suelo fue el último recuerdo que quedó grabado en mi mente casi inconsciente.

martes, 1 de octubre de 2013

Verso 7º - Primera Prueba

La semana ha sido cuanto menos curiosa... No iban a ponerme fácil el poder acompañarlos en su día a día. Primero querían comprobar que mi vena “camarilla” no siguiera viva, y así poder ponerme asegurarse de que de verdad quería volverme a su lado oscuro. Obviamente, no iba a valer con un test de preguntas que responder, querían hechos, y por supuesto que los tuvieron. 

Tras un corto viaje hasta un pequeño pueblo cerca del lugar donde se asentaba la manada, Paul puso las normas del examen: tenía que demostrar toda mi sangre fría. Cuanto más me lo currara, mejor sería la recompensa. No especificó ni el cómo ni hacia quién, así que me metí en mi papel de rata de biblioteca asustada, renegada de la camarilla, y olvidé mi larga trayectoria de asesina. Debía parecer torpe, nueva, ingenua, pero al mismo tiempo, no amilanarme y sentir que de verdad buscaba esa ansiada venganza por mi sire... Me acompañaron Rodrick y Jazmín para dar fe de lo que hacía, así que no valdría con hacer el paripé. 

Decidí no quebrarme la cabeza así que me decanté por un niño. Mataba dos pájaros de un tiro: sería una presa fácil, pero al mismo tiempo sería algo cruel (siempre parece más siniestro matar a un niño que a un adulto, ¿verdad?). Antes de ponerme manos a la obra, me hice con el cadáver de un gato que algún coche había atropellado y lo guardé en la mochila de tela que llevaba a la espalda. Acto seguido, busqué una casa a la que no fuera muy complicado acceder y que tuviera pinta de ser casa familiar, forcé la cerradura de la puerta trasera con cierta destreza, y subí al piso de arriba. Encontré al matrimonio en la habitación principal, el marido roncaba como un gorrino, así que tenía la facilidad de que no tendría por qué ser 100% silenciosa. En la habitación de al lado, un niño de unos 5 años dormía plácidamente en una camita en forma de coche. ¿Qué entrañable, verdad? 

Aquello tenía que ser cruel pero no imbécil. Quería ser del Sabbat, y ellos no son sutiles precisamente (esta manada en concreto), pero tampoco son tan simples de descubrirse con un asesinato mal llevado a cabo. 

Me acerqué sigilosamente al crío, y con una daga bien afilada, le rebané el cuello de oreja a oreja. Pero aquello no era nada especial, por lo que saqué el cuerpo sin vida del gato callejero, le corté con gran facilidad la cabeza, y en el precioso boquete que había realizado en la garganta del niño, introduje la cabecita del animal. Aquella estampa sería digna de recordar para la posteridad. Era algo innecesariamente cruel hasta para mí, pero debía ser perpetrado por alguien inexperto. ¿Colaría? La cara de Jazmín y Rodrick al ver aquello era todo un espectáculo. Estoy segura de que no se esperaban algo así... Eso estaba bien. 

Al salir, algo había cambiado en el pasillo... ¡Los ronquidos! Habían dejado de resonar por toda la casa, lo que sólo podía significar que el padre se había despertado. Jazmín, Rodrick y yo nos dispersamos por la casa para localizarlo. Al final, entre los dos Sabbat abatieron al padre en la cocina de la casa como un, a la cual había bajado para buscar algo de agua con un rápido y silencioso tiro. Creo que Rodrick quería hacer algo con el cuerpo del gordo seboso, pero no había tiempo. Me caía bien aquel tío. Jazmín, sin en cambio, no paró de soltar improperios durante toda la noche, me empezaba a dar cuenta de lo mal que hablaba aquella señorita...

¿Qué diría la madre cuando se enterara de todo lo que había pasado aquella noche? Los periódicos informarían de aquello al día siguiente, ya veríamos más tarde las noticias. 

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Paul quedó aparentemente satisfecho, aunque no sería algo que reconocería delante de nadie. Como era de esperar, la actuación fue excesivamente cruel, pero ellos pidieron sangre fría, y allí la tenían. Pero la noche no había hecho nada más que empezar para Judith... Irina iba a dar más problemas de los esperados, y aquella noche no sería más que un adelanto de lo que tenía preparado para mí...

lunes, 9 de septiembre de 2013

Verso 6º - (...)

      Aún con las manos abrasadas, esgrimo no sin esfuerzo el teclado táctil de mi I-Pad, y me dispongo a contar mi nueva hazaña.

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      Ayer, justo al atardecer, cuando salir a la calle aún era doloroso, desperté como pude para comenzar mi preparación. Prendí una pequeña fogata en la chimenea sin estrenar de mi pequeño  piso, y la dejé crepitar un rato. Recordé con nostalgia cuando disfrutaba del crepitar de las llamas, junto a mi madre... Pero no era momento de ponerse nostálgica.
     Mientras que el fuego se consumía un poco, y el hierro en forma de cruz invertida del Sabbat se calentaba entre las llamas, cogí el corset más viejo que tenía y con ayuda de unas tijeras desgarré de manera estudiada el cuero, con intención de que parecieran rotos casuales, pero con el cuidado de que se mantuviera en su sitio, sin que se viera nada. Lo mismo hice con mis pantalones de cuero.
      Cuando el fuego ya se había reducido a brasas, agarré un trozo del cuero cortado de los pantalones, lo enrollé y lo agarré con los dietes. Aquello iba a doler... Sin pensarlo, metí los pies descalzos en las brasas, pisándolas con fuerza. El dolor fue terrible. Contuve los gritos, apretando con fuerza el rollo de cuero, pero aquello era una tortura... No sé si llegué a perder la consciencia, pero si no fue así, poco me faltó. Antes de que me diera tiempo a pensar nada, agarré el hierro incandescente de la cruz y lo apreté contra mi vientre. En esa ocasión, ni el cuero más duro habría refrenado el grito que surgió de mi interior. Aquella marca me duraría eternamente, pero el pago merecía la pena.
     Por último, anestesiada ya por el dolor de las quemaduras, introduje las manos, agarré las brasas más grandes que encontré, y las apreté con fuerza. No sé no cómo aguanté aquello, pero resistí al frenesí. Como bien pude, me levanté del suelo en el que yacía medio inconsciente, me colgué a la espalda la mochila que previamente había preparado con algunas de mis cosas, y con la ropa hecha harapos, las manos y los pies desnudos abrasados, y una horrible cicatriz en carne viva en mi plano vientre, me dirigí a la ermita de Santa Gemma.                     
      Christoph ya había dispuesto a mi petición un discreto coche negro, con las lunas tintadas, que me acercarían en dicho estado a unos metros de la ermita. El resto lo haría andando. Cuando llegamos, el chófer me miró por primera vez en todo el camino. Su cara de estupor pudo darme a entender las pintas que tendría que llevar...
        Anduve un buen tramo de carretera descalza, explotando al andar las ampollas que habían surgido en mis pies. El dolor era insoportable, pero en parte me venía bien, ya que conseguía que olvidara lo mucho que me dolía el resto del cuerpo. Deambulé como un zombi de película de serie B, hasta que a lo lejos pude ver la ermita, mi destino.
        Me acerqué a la puerta de la ermita, la cual estaba descolgada de los postigos, y allí estaban ellos... Danzaban alrededor de un pira ardiendo, mientras que la kóldun recitaba unas palabras que no logré entender.
        Decidí esconderme en unos arbustos cercanos. Por un momento, barajé la posibilidad de abandonar,  salir corriendo de allí, volver a emigrar a otra ciudad, y olvidarlo todo. Las heridas cada vez bramaban más. Estaba muy saciada de sangre, por lo que con esfuerzo, pude mantener a la bestia al margen. En ese momento era demasiado vulnerable, podrían acabar conmigo en cualquier momento y sin mucho esfuerzo. Pero aguanté.
       Dejé de oir barullo dentro de la ermita, para al momento comencé escucharlo mucho más cerca de mi escondite. Escuchaba sus voces, no sabía distinguirlas, pero sí lo que decían. Quise salir de los arbustos, pero me dolía todo. Necesitaba sanar las heridas que me había autoinfringido, sobre todo la del vientre, cada vez tenía peor aspecto. No podía pensar con claridad, así que antes de que pudiera tomar ninguna decisión noté una presencia muy cerca de mí. Pude identificar al hombre al darme la vuelta como Paul. No era mentira lo que se me había informado, era un vampiro muy atractivo, pero su rostro mostraba una expresión demasiado bella para no ser terrorífica. Era casi macabro, tétrico, demasiado hermoso para ser real.
- Vaya, vaya, mirad qué tenemos aquí... Una ratita malherida.-
- Por favor, ayúdame... – Mi voz sonó demasiado quebrada, rota y suplicante para mi gusto, pero el dolor era insufrible.
- ¿Ayudarte? ¿Por qué debería ayudarte? Me resultaría mucho más fácil acabar contigo. Sería una noche redonda.
- Por favor... quiero ayudaros. Quiero ser uno de los vuestros.
        En ese momento, noté a otro vampiro cerca. Esta vez, era Irina. Se había colocado justo encima de mí, con la máxima tranquilidad, casi autosuficiencia.
- Tranquila, Irina. – Su voz sonó potente, autoritaria. – Quiero escuchar lo que dice. La noche es joven, hay tiempo de sobra para matarla.
       Me dejaron narrar mi falsa historia, y por increíble que parezca, parece ser que la han creído. Les ofrecí acabar con Angelique gracias a las muchas cosas que sabía sobre ella, a cambio de que ellos me dejaran entrar en su manada. Era beneficio para todos: ellos acabarían con la príncipe de una ciudad,  oferta muy jugosa para una manada del Sabbat, y yo vengaba mi castigo injustificado. Además, tenía lógica que una vampira resentida quisiera salir de la camarilla, la cual la había tratado siempre mal, y entrar al Sabbat, para vengar así su tortura personal.

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    Y ahora estoy viva, que no es poco. No todos están de acuerdo con ello, sobre todo Irina que aprovechará cualquier momento para fulminarme, pero he llegado más lejos que lo que yo misma podría haber pensado. Estoy a prueba; Rodrick está sanando mis quemaduras gracias a sus conocimientos de vicisitud; con Jasmín la relación va viento en popa, y a cada rato mejor. Cariñosamente me ha apodado como “putilla”, me ha dejado ropa y hasta me deja dormir con ella. Hemos empezado muy bien. La relación con Paul... Bueno, es complicada, ni él termina de comprender por qué no me ha matado ya. Dice que esta noche tiene preparada una sorpresa...

viernes, 6 de septiembre de 2013

Verso 5º - La cita concertada.

            Una vez supe dónde celebraría el próximo ritual de vinculación del grupo, comencé a organizarlo todo. Gracias a mis contactos, que me mantienen informada de la situación de la manada, sé el momento y el lugar. 


            Mañana, viernes, 3 de Abril, la pequeña ermita de Santa Gemma será objetivo de sus fechorías, y el pequeño cubículo santo propio de un pequeño pueblo, quedará reducido a polvo. Cuando todo acabe... allí estaré yo, lista a lo que surja. Dispuesta a ser Judith, tremere desvalida, y ex-miembro resentido de la camarilla con ganas de sangre. 

miércoles, 28 de agosto de 2013

Verso 4º - Conociendo al enemigo.

Esto va a ser más complicado de lo que parecía en un principio. Ya me ha sido proporcionada toda la información necesaria sobre el grupo en el que debo infiltrarme. Se trata de una manda del Sabbat bastante veterana, compuesta por 4 vampiros, dos de ellos potencialmente peligrosos y con habilidades muy reseñables.


* Paul (Ventrue) - Sacerdote de la Manada: Se trata de un miembro que, a simple vista, destaca por su atractivo físico. Usa si encanto personal (aunque más bien podría decirse que es encanto sexual) para doblegar a sus víctimas, o engatusarlas para beneficio propio, según le convenga.  La presencia es su fuerte, aunque no se ha de infravalorar su destreza con la espada. Posee un gran poder de celeridad, lo que lo hace también letal en el combate cuerpo a cuerpo. Su vida es una incógnita que aún no he conseguido averiguar, por lo que habrá que tener un especial cuidado con él.




* Irina (Tzimisce) – 2ª al mando: Es una gran dómina de la Magia Koldúnica. Dicha magia se escapa de mis conocimientos taumatúrgicos, pero sí puedo deducir que maneja los 4 elementos. No obstante, también es muy diestra, como todo tzimisce, con la vicisitud. No me han llegado datos sobre su manejo con armas, pero sí que reniega de las nuevas tecnologías armamentísticas. Es un pilar del grupo a tener muy en cuenta por su aversión casi psicótica hacia mi clan, los tremere. 







* Jasmín (Lasombra): Según se me ha informado, siente especial atracción por el sexo femenino. Vulgar, pero muy ágil a la hora de la dominación. Será de las primeras a las que habrá que caer bien, pues con dicho poder podría echar todo a perder. La obtenebración también es otro de sus poderes más importantes, siendo letal en el combate.








* Rodrick (Tzmisce): Otro dragón al que habrá que convencer. Es mucho más abierto que Irina, y bastante más pausado.   Cortés, diestro con el modelado de carne y le gusta adquirir su forma zulo bastante a menudo. Se defiende con el sable. (SIN FOTOGRAFÍA DE ARCHIVO)
            

Se trata de un grupo muy variopinto, digno de estudio. Se les ve unidos y cada X tiempo, sellan su pacto con un ritual muy curioso, más propio de los salvajes satánicos, que de un grupo vampírico.

RITUAL
            Cada cambio de luna, cuando el cielo se encuentra totalmente oscuro debido a la ausencia de luz de luna, el grupo asalta una iglesia o ermita al azar. Todos ellos van arrasando lo que pillan a su paso, sea mueble o ser humano. Cuando la iglesia está libre de curiosos, apilan un montón de madera, con lo que se da lugar a una gran pira, colocándose todos los miembros del grupo a su alrededor. Tras verter unas gotas de sangre en un gran caliz, todos ellos beben la mezcla sangrienta, quedando así vinculados permanentemente entre ellos. Cuando el ritual finaliza, la tzimisce kóldun carboniza la iglesia, reduciéndola a cenizas.

            Tras mucho meditar, creo que ese será el mejor momento para intentar acceder al grupo. Estarán de buen humor tras su gratificante masacre, en grupo y ebrios de salvajismo. No sé qué es más probable: que me acepten o que me reduzcan a cenizas a mí también. Pero ¿qué importa eso? El cliente ha hablado, y yo he accedido.